By Oliver Sacks
Oliver Sacks se interna ahora en el insondable silencio de los sordos por medio de una comunidad que existio durante mas de dos siglos en Massachusetts, en l. a. que habia una forma de sordera hereditaria. Asi, los que podian oir eran «biling?es», y podian pensar y hablar de viva voz y tambien en el lenguaje de se?as. Para el autor, el lenguaje de se?as no es una mera traduccion de las lenguas habladas, sino un lenguaje tan rico y tan efectivo para el pensamiento y l. a. transmisi?n de l. a. cultura como las diferentes lenguas de los oyentes. Oliver Sacks, neurologo, psiquiatra y humanista, ha escrito una provocativa meditacion sobre l. a. comunicacion, l. a. biologia y l. a. cultura.
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Pero Joseph tenía once, era como un niño de once aiíos en casi todo lo demás. Me hacía pensar en parte, también, en un animal no verbal, pero ningún animal daba nunca aquella impresión de anhelar el lenguaje que daba Joseph. Recordé que Hughlings-Jackson comparó en cierta ocasión a los afásicos con los perros: pero los perros parecen seres completos y sa- tisfechos aunque no posean lenguaje, mientras que el afásico tiene una sensación torturante de carencia. Y Joseph la tenía también: tenía una clara sensación angustiosa de que le faltaba algo, la sensación de la condición propia de impedido y de su deficiencia.
52 Él cuenta lo siguiente: 51. La autobiografía de Massieu se incluye en Lane, 19846, pp. 7680, donde aparecen asimismo fragmentos del libro de Sicard, pp. 83-126. 52. S. Goldin-Meadow y H. Feldman empezaron a filmar en vídeo en 1977 a un grupo de niños preescolares sordos profundos que estaban aislados, sin contacto con nadie que hablase por sehas, porque sus padres preferían que aprendiesen a hablar y a leer los labios (Goldin-Meadow y Feldman, 1977). A pesar de este aislamiento y de que sus padres estimulaban vigorosamente el uso del habla, los niiíos empezaron a crear gestos (primero gestos aislados, luego cadenas de ellos) para designar personas, objetos y acciones.
Y Joseph la tenía también: tenía una clara sensación angustiosa de que le faltaba algo, la sensación de la condición propia de impedido y de su deficiencia. Me recordaba a los nifios salvajes, aunque evidentemente él no era un «salvaje» sino una criatura de nuestra civilización y nuestros hábitos ... pero que estaba, pese a ello, radicalmente bloqueada. , en realidad no podías preguntárselo, ni siquiera por sefias: ni siquiera podía entender la idea de pregunta, y aún menos formular una respuesta.